Microrrelato: Una alargada sombra
Vuelve el estío. Ya los oigo. Los veo. Hoy no hay infantes. Son más que en la visita anterior. Demasiado trajín. Visten casi todos igual, con calzas por encima de la rodilla y unos sombreros con una pequeña ala en la parte delantera que se encasquetan en la testa; ellas, en ocasiones, usan ropajes ligeros, y da gozo verlas, porque a las mujeres de mi época, para tentarles la desnudez había que surcar infinidad der sayas y refajos. ¡Y los artefactos!, todos llevan uno, a veces se los ponen en la oreja y hablan, otras, apretando con un dedo, hacen retratos sin pincel…
No sé por qué, si por Dios o por el Maligno, después de siglos, sigo deambulando por estos muros, y mi conciencia incorpórea, día tras día, recorre las estancias de este palacio. Mi nombre por si lo desconocen, es Andrés de Segura-Nieto y Romero. Mucho se platicó de mí, de hechizos, chismorreos, excentricidades, pleitos y querellas, y no fui un santo, no, pero, desde luego, tampoco un demonio.
Dicen ahora, porque está escrito en legajos, que parte del Palacio de los Segura pertenece a la alcaldía, dicen… pero yo sé, lo sé, que siempre será… Mío.
Autor: Isabel Cortijo Talavera, de Valencia.
Escucha el microrrelato
Narrado por Javier Vences Benito