Microrrelato: “Quedarse de piedra”
Me imaginé a mí mismo en aquel lugar donde los días eran adornados de oraciones, de cantos de pájaros y del sonido de las aguas que caían en cascadas. Sublime. Contuve el aliento cuando te vi allí, de pie en el claustro del Monasterio de Piedra, con un vestido blanco y una capa negra. Sonreíste con los ojos como invitándome a entrar. No lo pensé dos veces y di un paso más allá hasta quedar frente a ti. Seguí imaginando que me dabas la mano y me conducías por misteriosos pasillos, que el frescor del agua llegaba a mis sentidos y que tu corazón latía al compás que el mío. Nunca pensé que te fuera a encontrar. Estabas muerta. Abrí los ojos y desperté de aquella alucinación que me aceleró el pulso, tendido en la hierba fresca, queriéndote ver de nuevo, suspirando por tenerte, y tú desapareciendo. Volví la vista hacia la barandilla de la cascada, allí abandonada había una capa, de color negro, con olor a ti, con sabor a beso.
Autor: Evelia Suárez Ropero, de Alovera (Guadalajara)
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Fotografía de Alberto-g-rovi bajo licencia Creative Commons (CC BY-SA 3.0)