Microrrelato: “Moros en la costa”
Quedaron en que el domingo subirían. El Castellet de Calp ―lo que queda de él, una pared de la atalaya de vigilancia de la llegada de los piratas berberiscos del XVI, construida sobre lo que algún día fue castillo árabe en lo alto de un escarpado cerro―, parece mirar el mar mediterráneo y desafiarlo. Le habló a su amiga de lo poco que había leído: a más de doscientos cincuenta metros de altura, controlaba también el paso del Mascarat, único acceso a las tierras costeras del sur de Alicante sin necesidad de atravesar el montañoso interior.
En realidad, por su alergia a las alturas, era poco amigo de este tipo de visitas. Pero ella insistió en que subieran y se vio empujado a ello. Confiaba en que sobre la marcha desaparecerían sus miedos.
No obstante, cuando llegaron a un tramo para el que se requería ayudarse de las maromas sujetas a las rocas, le pudo el vértigo que intuía en el descenso―para el profano, lo difícil no es subir, sino bajar― y optó por abandonar. Ella decidió seguir. Necesitó dotar a su retirada de alguna razón justificadora, y encontró una, disparatada: «Total, ya no hay moros en la costa», dijo.
Autor: Josep Bernat Santacre Baidal, de Alicante
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Fotografía de Joanbanjo bajo licencia Creative Commons (CC BY-SA 3.0)